De repente la palabra fue polen y el silencio no más que espuma del casi.
De repente la noche inmóvil se volvió danza asonante y la piedra un reloj dormido.
De repente fui atalaya y mis manos se poblaron de bárbaros.
De repente la muerte cerró su boca vacía y apretó su falo color hambre.
De repente los ojos son métodos de tortura y el cuerpo el pan de los siglos.
De repente la oscuridad se dibujó en la oreja y el mar es un espejo con colmillos de sal.
De repente la luna es una prisión cubica y los pies son dos lazarillos amantes.
De repente soy mandala sulfúrica en esta ciudad colérica
De repente un racimo de recuerdos atraviesa mi costado putrefacto
Bordando mi destino/
de repente yo.
Muchas vibras, Lius Díaz (Ozvaldo).
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Viva siempre.
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