Lima menstruaba
cuando las palabras se cerraron en mi boca
a más de 969 km
de mi partida de nacimiento.
Desperté a las 0430
en la placenta de un río.
Caminé entre avispas
pisando estiércol
de niños que desabotonaron su infancia.
Sin recordar siquiera la textura de mi sombra
y su precio al contado en los rincones de Tacora.
Me dejé
caer
a las orillas del pan que no cicatriza.
Me jacté del silencio
al pronunciar mi edad
con la voz apagada.
Mordiendo el hambre de mis concubinas
Arrojando la leche de mi prematuro baluarte
yo
vi
florecer
las lágrimas
de la res.
Olí el pecado
piedra por piedra
sin temor a voltear
y golpearme con mi lengua antagonista.
Me prometí no creer en promesas
mientras ataba mis pasadores
pero cayeron hojas de mi vista.
hojas de mi vista.
Yo era el niño con ojos de servilleta
pero ese es otro cantar.
Aquí el neón no te señala
ni te menta la madre
Al otro lado de mis costillas quien sabe cuantos paraísos
No le temo al punto después del coma.
Quizá mañana coja un taxi verde
pues, el Monsona no llega a la av. Berlín.